El relato de la construcción del santuario en Éxodo 36 es un testimonio poderoso de la y el del pueblo de Israel. En un contexto donde la comunidad se había visto marcada por la y la en Egipto, este momento representa un renacer, una oportunidad para que el pueblo se uniera en torno a un propósito divino: la construcción de un lugar donde Dios pudiera habitar entre ellos.
Los versículos 1-7 destacan cómo Bezalel y Aholiab, junto con todos los que tenían un , fueron llamados a llevar a cabo esta obra. La mención del no es casual; refleja la idea de que cada don y habilidad son que deben ser utilizados para glorificar a Dios.
El hecho de que el pueblo trajera de las necesarias es un testimonio de su y deseo de contribuir al servicio del santuario. Este exceso de materiales llevó a Moisés a ordenar que se detuvieran las donaciones, lo que subraya la que Dios había provisto para su obra.
Este relato también nos invita a reflexionar sobre la y la en la comunidad de fe. La obra del santuario no fue tarea de unos pocos, sino un esfuerzo colectivo donde cada uno aportó según sus capacidades. Esto es un modelo para la iglesia hoy, donde cada miembro tiene un papel vital en el cuerpo de Cristo.
Además, en el contexto histórico, se puede notar que este relato fue escrito en un tiempo de , cuando el templo en Jerusalén no existía. La idealización de la construcción del santuario en el desierto sirve como un recordatorio de que, incluso en tiempos de crisis, Dios sigue presente y activo en la vida de su pueblo, y que su propósito no se detiene.
En conclusión, el relato de la construcción del santuario es más que una simple narración de eventos; es una sobre la , la y el . Nos recuerda que cada uno de nosotros está llamado a contribuir con nuestros talentos y recursos para la obra de Dios, y que en la comunidad de fe, juntos podemos construir un espacio donde su presencia sea palpable y transformadora.