El relato del llamamiento de Moisés en Éxodo 3 es un momento crucial en la historia de la salvación, donde se revela la identidad de Dios y su compromiso con el pueblo oprimido. Este pasaje, que se desarrolla en la montaña de Horeb, nos presenta a un Dios que no solo se manifiesta en la zarza ardiente, sino que también se interesa profundamente por el sufrimiento de su pueblo.
En este encuentro, Dios se identifica como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, lo que subraya su continuidad y fidelidad a las promesas hechas a los patriarcas. Este es un Dios que se preocupa por los marginados y oprimidos, que escucha sus lamentos y decide actuar en su favor. La declaración de que ha visto la opresión de su pueblo en Egipto (versículo 7) es un recordatorio poderoso de que Dios está atento a las injusticias que sufren los más vulnerables.
La trascendencia de Dios se manifiesta en el fuego de la zarza, un símbolo de su santidad y poder. Moisés, al acercarse, recibe la instrucción de quitarse las sandalias, un acto que refleja el respeto y la reverencia que se debe al lugar sagrado. Este gesto nos enseña que el encuentro con lo divino requiere de una disposición de corazón y cuerpo, un reconocimiento de que estamos en presencia de lo sagrado.
La misión que Dios confiere a Moisés es clara: liberar a su pueblo de la esclavitud egipcia. Sin embargo, Moisés, como muchos de nosotros, se siente pequeño y cuestiona su capacidad para llevar a cabo tal tarea. Su duda resuena en nuestra propia experiencia de sentirnos incapaces ante los desafíos que la vida nos presenta. Pero la respuesta de Dios es contundente: "Yo estaré contigo" (versículo 12). Esta promesa es el cimiento de toda vocación; no estamos solos en nuestra misión, sino que contamos con la presencia y el apoyo de Dios.
La revelación del nombre divino, "Yo soy el que soy" (versículo 14), es un momento de profunda significación. Este nombre no solo revela la esencia de Dios como el ser absoluto, sino que también establece su autoridad y su compromiso eterno con su pueblo. En un contexto donde otros dioses eran adorados por su poder opresor, el Dios de Moisés se presenta como el que rescata y libera, un Dios que se juega todo por la vida y la libertad de los oprimidos.
En tiempos de crisis, como el exilio en Babilonia, este relato se convierte en una fuente de esperanza. La identidad de Dios como el que se preocupa por los desheredados y actúa en favor de la justicia es un mensaje que resuena a lo largo de la historia. Nos recuerda que, a pesar de las circunstancias adversas, Dios sigue siendo un Dios de libertad y justicia, que no olvida a su pueblo.
En conclusión, el llamamiento de Moisés es un llamado a cada uno de nosotros a reconocer nuestra propia vocación en el servicio a los demás, especialmente a aquellos que sufren. Nos invita a acercarnos a Dios con reverencia, a confiar en su presencia en nuestras vidas y a ser instrumentos de su liberación en el mundo. Al igual que Moisés, estamos llamados a responder a la voz de Dios y a actuar con valentía, sabiendo que Él está con nosotros en cada paso del camino.