La Epístola de Judas es un pequeño pero profundo llamado a los creyentes de todas las épocas. A través de sus 25 versículos, Judas, el hermano de Santiago y de Jesús, nos invita a estar alertas, recordándonos la importancia de cuidar nuestra fe. En su breve pero potente mensaje, Judas nos advierte sobre aquellos que, disfrazados de maestros, pueden desviar nuestras almas. Nos pide que tengamos cuidado y discernimiento, ya que en todas las épocas, las falsas enseñanzas pueden infiltrarse y causar daño.
Lo fascinante es que Judas no duda en usar referencias de otros escritos, algunos de ellos no tan conocidos, como el Libro de Enoc, una muestra del vasto conocimiento que Judas poseía de las tradiciones de su pueblo. Al citar a Enoc, Judas subraya la seriedad del juicio que caerá sobre los impíos, recordándonos que nada escapa a los ojos de Dios.
Uno de los llamados más poderosos de la epístola es el de luchar por la fe, un desafío constante que enfrenta el creyente. No es suficiente solo mantenerla, debemos defenderla y cuidarla activamente. Esta exhortación resuena profundamente en nuestros tiempos, donde tantas voces compiten por nuestra atención.
Judas, en un estilo directo y confrontador, similar al que encontramos en la Segunda Epístola de Pedro, nos recuerda que el juicio es inevitable para aquellos que tergiversan el evangelio. Pero, al mismo tiempo, no nos deja con un mensaje de condena, sino que cierra con una bellísima doxología, un canto de esperanza que ha sido repetido en la liturgia cristiana por generaciones: “Al único Dios nuestro Salvador… sea gloria, majestad, imperio y potestad”. Es un recordatorio final de que, aunque enfrentemos dificultades y desafíos, Dios tiene el poder de guardarnos firmes hasta el final.
En el centro de este mensaje, brilla la gracia de Dios, que no solo nos invita a la verdad, sino que nos protege y guía, incluso en medio de las tormentas de la vida.