En el relato de Éxodo 25, Dios instruye a Moisés sobre la construcción del tabernáculo, un lugar sagrado donde habitará entre su pueblo. Este mandato no es solo una cuestión de arquitectura, sino que tiene profundas implicaciones teológicas. La ofrenda que se solicita a los israelitas es un acto de generosidad y compromiso con la presencia de Dios en medio de ellos. Cada material mencionado, desde el oro hasta la madera de acacia, simboliza la pureza y la valía de la relación entre Dios y su pueblo.
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La morada de Dios: La construcción del tabernáculo representa el deseo de Dios de estar cerca de su pueblo. Este es un tema recurrente en la Escritura: Dios no es un ser distante, sino que busca habitar en medio de su creación. La instrucción de hacer un santuario que sea una réplica exacta del modelo divino (versículo 9) subraya la importancia de la obediencia a sus designios.
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El arca del testimonio: El arca, que contendrá la ley de Dios, simboliza la alianza entre Dios e Israel. Este objeto sagrado no solo es un contenedor, sino que es el lugar donde Dios se encuentra con su pueblo (versículo 22). La presencia de los querubines sobre el propiciatorio indica la santidad del encuentro, recordando a los israelitas que su relación con Dios es un asunto de vida y muerte.
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La mesa para el pan de la proposición: La mesa, donde se colocan los panes de la presencia, es un recordatorio constante de la provisión de Dios y de su alianza con las doce tribus de Israel. Este acto de presentar el pan ante Dios simboliza la comunión y la dependencia del pueblo hacia su Creador (versículo 30).
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El candelabro de oro: El candelabro, o menorah, no solo proporciona luz, sino que también representa la vida y la fecundidad que emanan de la unión de Dios con su pueblo. La luz es un símbolo de revelación y guía, recordando a los israelitas que deben caminar en la luz de la presencia divina (versículo 37).
En resumen, el relato de la construcción del tabernáculo es un llamado a la consagración y a la devoción. Cada elemento tiene un propósito sagrado, y cada ofrenda es un acto de adoración que invita a los creyentes a reflexionar sobre su propia relación con Dios. En un mundo donde a menudo se busca lo efímero, este pasaje nos recuerda que la verdadera riqueza se encuentra en la presencia de Dios y en la comunidad que se forma alrededor de su alianza.