El Libro de Abdías, aunque es el más corto de todo el Antiguo Testamento, con solo 21 versículos, es profundo en su mensaje de justicia divina y esperanza futura. Abdías, cuyo nombre significa “siervo de Yahvé”, es el portavoz de una profecía única dirigida no a Israel o Judá, como ocurre con otros profetas, sino a Edom, los descendientes de Esaú. Este pueblo, históricamente ligado a Israel por sus ancestros comunes, había llegado a ser uno de sus peores enemigos, y su actitud durante la caída de Jerusalén en 586 a.C. marcó un punto de inflexión en su destino.
La traición de Edom no fue un simple acto político o militar, fue una herida profunda en la relación entre dos pueblos hermanos. Mientras Jerusalén sufría la invasión babilónica, en lugar de socorrer a su hermano, Edom se regocijó en su desgracia, participando en el saqueo de la ciudad y entregando a los fugitivos. Dios, a través de Abdías, declara que este comportamiento no quedará impune. El mensaje de Abdías resuena con la advertencia de que ningún acto de injusticia pasa desapercibido ante los ojos de Dios. Edom será juzgado y castigado por su traición.
La historia de la enemistad entre Edom e Israel no es nueva. Desde los días de Esaú y Jacob, hubo tensiones y conflictos. Esaú, quien vendió su primogenitura por un plato de lentejas, representa el pueblo de Edom, mientras que Jacob, el padre de las doce tribus de Israel, encarna la nación elegida por Dios. A lo largo de los siglos, esta rivalidad se intensificó, y en el momento de mayor vulnerabilidad de Israel, Edom aprovechó para dar el golpe definitivo. Pero Dios, a través de Abdías, deja claro que Edom no escapará de su destino. La justicia divina es firme y alcanza a todas las naciones.
El Libro de Abdías también subraya la soberanía de Dios sobre todas las naciones. Edom, aunque pequeño en comparación con otros imperios como Babilonia o Asiria, no queda fuera del plan divino. Dios controla el destino de Edom, de Israel, y de todas las naciones. Este mensaje, aunque pronunciado hace miles de años, tiene una relevancia atemporal: Dios observa y juzga el comportamiento de todas las naciones, grandes y pequeñas, y su justicia es inevitable.
Pero el libro no solo habla de juicio. Abdías también nos ofrece un rayo de esperanza. Aunque el juicio de Dios cae sobre Edom, el mensaje termina con una promesa de restauración para Israel. Dios no ha olvidado a su pueblo. El último versículo del libro anuncia que “los libertadores subirán al monte Sión para gobernar los montes de Esaú, y el reino será de Yahvé”. Este es un mensaje de esperanza para todos aquellos que han sufrido injusticias, que han sido oprimidos o traicionados. Dios les promete que llegará un día en que la justicia prevalecerá y su reino de paz y justicia será establecido.
Este breve libro nos recuerda que la misericordia y la justicia de Dios van de la mano. Así como Dios castiga la injusticia, también restaura a su pueblo con gracia y amor. El Libro de Abdías es una llamada a la reflexión: en nuestros días, ¿cómo tratamos a nuestros “hermanos”? ¿Nos regocijamos en sus desgracias o extendemos la mano con compasión? Así como Edom fue juzgado por su traición, nosotros también estamos llamados a vivir con justicia, misericordia y amor hacia los demás.
Que este mensaje de Abdías nos inspire a caminar por el camino de la justicia divina, siempre recordando que, aunque la justicia de Dios es firme, su gracia y misericordia son aún mayores. El juicio no es el final de la historia; para aquellos que confían en el Señor, siempre hay una esperanza de restauración y un futuro en el reino de Dios.