En el pasaje de Apocalipsis 17, se nos presenta una imagen poderosa y simbólica de la gran ramera, que representa la corrupción espiritual y la idolatría que han seducido a las naciones. Este texto, escrito en un contexto de persecución y crisis para los primeros cristianos, nos invita a reflexionar sobre la fidelidad a Dios frente a las tentaciones del mundo.
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La mujer vestida de púrpura y escarlata simboliza la riqueza y el poder de las naciones que se apartan de la verdad divina. Su vestimenta lujosa contrasta con la inmundicia que lleva en su copa, lo que nos recuerda que las apariencias pueden ser engañosas.
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La embriaguez con la sangre de los santos (versículo 6) es un llamado a reconocer el costo de la fidelidad a Cristo. Esta imagen nos recuerda que seguir a Jesús puede llevar a la persecución y al sacrificio, pero también a la victoria final en Él.
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El ángel explica que la bestia que lleva a la mujer es un símbolo de poder temporal que, aunque parece dominante, está destinado a la destrucción (versículo 8). Esto nos anima a no temer ante las apariencias de poder, pues el verdadero Rey de reyes es el Cordero, quien vencerá.
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La advertencia sobre los diez cuernos y su unión con la bestia (versículo 13) nos recuerda que las alianzas del mundo pueden ser efímeras y están sujetas a la soberanía de Dios. Él tiene el control sobre la historia y sus propósitos se cumplirán, independientemente de las maquinaciones humanas.
Finalmente, el mensaje de este pasaje es claro: aunque el mundo pueda parecer desordenado y lleno de corrupción, los que son llamados, escogidos y fieles (versículo 14) tienen la promesa de la victoria en Cristo. Nos invita a permanecer firmes en nuestra fe, a no dejarnos seducir por las tentaciones de la gran Babilonia, y a confiar en que, al final, el Reino de Dios prevalecerá sobre toda oposición. Este texto es un poderoso recordatorio de que nuestra esperanza y nuestra lealtad deben estar siempre dirigidas hacia el Señor, quien es nuestra verdadera fortaleza y salvación.