El pasaje de Romanos 6 nos invita a profundizar en la realidad de nuestra identidad en Cristo y en el significado del bautismo. Pablo plantea una pregunta provocativa: "¿Qué concluiremos? ¿Que vamos a persistir en el pecado, para que la gracia abunde?" (v. 1). Esta inquietud refleja la tentación de pensar que la gracia puede ser un permiso para seguir en el pecado. Sin embargo, la respuesta es clara: ¡De ninguna manera! (v. 2).
La esencia de este pasaje radica en la afirmación de que hemos muerto al pecado. El bautismo, como acto simbólico, nos une a la muerte de Cristo, y a través de esta unión, somos llamados a vivir en una nueva vida (v. 4). La muerte de Cristo no solo es un evento histórico, sino que tiene implicaciones profundas para nuestra existencia diaria. Al ser sepultados con Él, estamos llamados a renunciar a nuestra antigua vida de pecado y a abrazar la vida nueva que Él nos ofrece.
Además, el apóstol nos advierte sobre el peligro de permitir que el pecado reine en nuestros cuerpos (v. 12). La lucha contra el pecado es constante y requiere de nuestra voluntad y decisión de ofrecer nuestros cuerpos como instrumentos de justicia (v. 13). Esta acción no es solo un acto de obediencia, sino una respuesta a la gracia que hemos recibido.
Finalmente, el versículo 23 encapsula la esencia de la enseñanza: "La paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor". Esta declaración nos recuerda que, aunque el pecado tiene consecuencias, la gracia de Dios nos ofrece un camino hacia la vida eterna. En medio de nuestras luchas, debemos aferrarnos a esta verdad y vivir con la certeza de que, en Cristo, hemos sido llamados a una vida de plenitud y libertad.