El relato de la fe de Abraham en Romanos 4 es un testimonio poderoso de cómo Dios justifica a los creyentes no por sus obras, sino por su fe. Este pasaje, escrito en un contexto donde la comunidad cristiana enfrentaba tensiones entre judíos y gentiles, reafirma que la justificación es un regalo divino accesible para todos, sin distinción.
En el versículo 3, se nos recuerda que "creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia". Aquí, la fe se presenta como el medio a través del cual se establece una relación correcta con Dios. La Escritura nos enseña que la fe no es simplemente un acto de aceptación intelectual, sino una confianza profunda en la fidelidad de Dios, que cumple sus promesas, incluso cuando las circunstancias parecen imposibles.
En un contexto donde el poder y la autoridad eran disputados, como se menciona en las notas al pie sobre la teocracia y el papel de los ungidos, la fe de Abraham se convierte en un modelo de resistencia y esperanza. La promesa de un futuro glorioso, aunque parezca lejana, se sostiene en la certeza de que Dios es fiel. Así, la historia de Abraham nos llama a vivir con la misma esperanza y confianza en las promesas de Dios, recordándonos que, aunque el camino sea incierto, su fidelidad nunca falla.