El pasaje de Romanos 10:1-21 nos ofrece una profunda reflexión sobre la y la que proviene de Dios. Pablo, en su ferviente deseo por la salvación de su pueblo, los israelitas, nos muestra que el sin el conocimiento verdadero puede llevar a la . Este celo, aunque genuino, carece de la comprensión necesaria para alcanzar la justicia divina.
En el versículo 3, se destaca que al no conocer la justicia que proviene de Dios, los israelitas intentan establecer su propia justicia. Esto nos recuerda que la de Dios no se puede alcanzar a través de nuestras propias obras, sino solo a través de la fe en , quien es el fin de la ley (v. 4).
La declaración en el versículo 9, que si confesamos con nuestra boca que Jesús es el Señor y creemos en nuestro corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, seremos salvos, resalta la importancia de la y la como los medios por los cuales recibimos la salvación. Este acto de fe es fundamental en la vida del creyente.
El versículo 12 nos recuerda que no hay distinción entre judíos y gentiles, lo que enfatiza la universalidad del mensaje de salvación. El mismo Señor es Señor de todos y está dispuesto a bendecir a quienes lo invocan (v. 13).
La pregunta retórica en el versículo 14, sobre cómo invocarán a aquel en quien no han creído, nos invita a reflexionar sobre la del evangelio. La fe viene como resultado de oír el mensaje, y este mensaje es la palabra de Cristo (v. 17).
Finalmente, los versículos 18-21 nos muestran que, a pesar de que el mensaje ha sido proclamado, no todos han creído. Esto nos lleva a considerar la de cada uno de nosotros en compartir las buenas nuevas, así como la de Dios que se extiende incluso a aquellos que no lo buscan.
Este pasaje es un llamado a la y a la . Nos invita a reconocer que la salvación es un regalo de Dios que se recibe por fe, y que nuestra misión es compartir este mensaje con el mundo, recordando que todos, sin excepción, están invitados a experimentar la y la que solo se encuentran en Cristo Jesús.