En el contexto del Sermón del Monte, Jesús nos invita a reflexionar sobre la intención detrás de nuestras acciones espirituales. En Mateo 6:1-4, el Señor nos advierte sobre el peligro de realizar nuestras obras de justicia para ser vistos por los demás. Esta enseñanza resuena profundamente en un mundo donde la apariencia a menudo se valora más que la autenticidad. Jesús nos llama a actuar en secreto, recordándonos que nuestro Padre celestial, que ve lo que se hace en lo oculto, nos recompensará.
Esta idea de recompensa divina se extiende a la oración (Mateo 6:5-15). Aquí, Jesús nos instruye a buscar un lugar privado para comunicarnos con Dios, lejos de las miradas del mundo. La oración no debe ser un espectáculo, sino un diálogo sincero con nuestro Creador. Al enseñarnos el Padre Nuestro, Jesús nos guía hacia una relación más profunda y personal con Dios, donde reconocemos su santidad y nuestra dependencia de Él.
En el tema del ayuno (Mateo 6:16-18), Jesús continúa con el mismo principio. Nos advierte contra la hipocresía de mostrar sufrimiento para recibir reconocimiento. En cambio, nos invita a un ayuno que es invisible para los demás, un acto de devoción que busca la transformación interna más que la aprobación externa. La verdadera práctica del ayuno debe ser un medio para acercarnos a Dios, no un fin en sí mismo.
En estos pasajes, se hace evidente que Dios no se complace en rituales vacíos, sino en un corazón que busca justicia y fidelidad. La memoria de las acciones amorosas de Dios hacia su pueblo debe inspirar nuestra respuesta. Así como Israel fue llamado a recordar las intervenciones de Dios en su vida, nosotros también debemos recordar que nuestras acciones deben reflejar una gratitud genuina y un deseo de vivir conforme a Su voluntad.
En resumen, Jesús nos llama a una vida de integridad y autenticidad en nuestra relación con Dios. No se trata de lo que los demás ven, sino de lo que Dios conoce en lo profundo de nuestro ser. Al vivir así, no solo honramos a Dios, sino que también encontramos la verdadera recompensa que solo Él puede ofrecer.