En el relato de la transfiguración de Jesús, encontramos un momento de revelación profunda que no solo impactó a los discípulos presentes, sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia fe. En Mateo 17:2, se nos dice que "su rostro resplandeció como el sol, y su ropa se volvió blanca como la luz". Este resplandor no es solo un fenómeno físico; es una manifestación de la divinidad de Cristo, una invitación a reconocer su verdadera naturaleza como el Hijo de Dios.
La presencia de Moisés y Elías en este evento es significativa. Moisés representa la ley y Elías los profetas, simbolizando que en Jesús se cumplen todas las promesas y la revelación de Dios. La voz del Padre que dice: "¡Escúchenlo!" (Mateo 17:5) nos recuerda que la obediencia a la palabra de Cristo es fundamental para nuestra vida espiritual. Este llamado a escuchar es un eco que resuena en nuestras vidas, instándonos a prestar atención a su enseñanza y a seguir su ejemplo.
Al descender de la montaña, Jesús les encarga a sus discípulos que no cuenten lo que han visto hasta que el Hijo del hombre resucite (Mateo 17:9). Este mandato refleja la importancia del tiempo y la preparación en la revelación del misterio de la redención. La resurrección es el clímax de la obra de salvación, y solo a través de ella se puede comprender plenamente la gloria de la transfiguración.
En el siguiente relato, cuando Jesús sana al muchacho lunático (Mateo 17:14-18), se manifiesta la lucha entre la incredulidad y la fe. La respuesta de Jesús a sus discípulos, "Porque ustedes tienen tan poca fe" (Mateo 17:20), nos confronta con nuestra propia falta de confianza en el poder de Dios. La fe, aunque pequeña como un grano de mostaza, tiene el potencial de mover montañas. Esto nos enseña que no se trata de la cantidad de fe que poseemos, sino de la calidad de nuestra confianza en el Señor.
Finalmente, el pasaje concluye con la enseñanza sobre el impuesto del templo (Mateo 17:24-27), donde Jesús, aunque es el Hijo de Dios y no está obligado a pagar tributos, elige hacerlo para no escandalizar a los demás. Este acto de humildad y servicio nos recuerda que, como seguidores de Cristo, estamos llamados a vivir en amor y respeto hacia los demás, incluso cuando tenemos el derecho de actuar de otra manera.
En resumen, la transfiguración y los eventos que la rodean nos invitan a profundizar en nuestra relación con Jesús, a escuchar su voz, a fortalecer nuestra fe y a vivir en humildad. Que cada uno de nosotros pueda experimentar la luz de Cristo en nuestras vidas y ser testigos de su amor transformador en el mundo.