En el pasaje de Mateo 19:3-6, Jesús aborda la cuestión del divorcio, un tema que ha generado debates a lo largo de la historia. Los fariseos, al cuestionar a Jesús, intentan ponerlo a prueba, pero Él responde con una referencia a la creación, recordando que “lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre”. Este énfasis en la unidad matrimonial resalta el propósito divino detrás del matrimonio: no es simplemente un contrato social, sino una alianza sagrada.
En el contexto histórico, el pueblo judío vivía bajo la ley de Moisés, que permitía el divorcio en ciertas circunstancias. Sin embargo, Jesús revela que esta concesión fue una respuesta a la obstinación del corazón humano. Al volver a la creación, nos invita a reflexionar sobre el ideal original de Dios para el matrimonio, donde el hombre y la mujer se convierten en una sola carne, reflejando la intimidad y el compromiso que deben existir en la relación conyugal.
En este contexto, el llamado de Jesús a la unidad en el matrimonio es un recordatorio poderoso de que el amor verdadero requiere esfuerzo y compromiso. La enseñanza de Jesús no solo se aplica a los matrimonios, sino que también nos invita a considerar nuestras relaciones en general, buscando siempre la reconciliación y el entendimiento mutuo.
En Mateo 19:13-15, vemos cómo Jesús bendice a los niños, un acto que revela su corazón pastoral y su deseo de que todos, especialmente los más vulnerables, se acerquen a Él. A pesar de que los discípulos intentan impedir que los niños se acerquen, Jesús les dice: “Dejen que los niños vengan a mí”. Este llamado es un recordatorio de que el reino de los cielos pertenece a aquellos que tienen la pureza y la humildad de un niño.
Este pasaje nos desafía a valorar a los niños y a reconocer su lugar en la comunidad de fe. Nos recuerda que cada uno de nosotros, independientemente de nuestra edad, está llamado a acercarse a Jesús con un corazón humilde y receptivo.
En Mateo 19:16-30, el encuentro de Jesús con el joven rico nos confronta con la realidad de nuestras prioridades. El joven, que ha cumplido los mandamientos, busca algo más: “¿Qué más me falta?”. La respuesta de Jesús es clara y desafiante: “Vende lo que tienes y dáselo a los pobres”. Este llamado al desprendimiento no es solo una cuestión de riqueza material, sino una invitación a liberarnos de todo lo que nos impide seguir a Cristo.
Al final, la promesa de Jesús a sus discípulos de que recibirán cien veces más y heredarán la vida eterna es un recordatorio de que el sacrificio por el reino de Dios siempre trae recompensas eternas. Este pasaje nos desafía a evaluar nuestras prioridades y a considerar cómo podemos vivir de manera que refleje el amor y la generosidad de Cristo en nuestras vidas.