En el pasaje de Mateo 10:1-42, encontramos la elección de los doce apóstoles y las instrucciones que Jesús les dio antes de enviarlos a predicar. Este momento es crucial en el ministerio de Jesús, ya que no solo se trata de seleccionar a sus seguidores, sino de empoderarlos para llevar a cabo una misión divina.
Al reunir a sus doce discípulos, Jesús les otorga autoridad para expulsar espíritus malignos y sanar enfermedades. Esto no es simplemente un acto de poder, sino una manifestación de la gracia divina que se extiende a través de ellos. En un contexto donde la enfermedad y la opresión espiritual eran comunes, esta autoridad les permite ser instrumentos de sanación y liberación en medio de un pueblo que sufre.
Jesús les instruye a que no vayan entre los gentiles ni a los samaritanos, sino que se dirijan a las ovejas descarriadas de Israel. Esto resalta la prioridad del mensaje del Reino de Dios para su pueblo elegido, mostrando que la salvación comienza en casa. La misión de los apóstoles es un reflejo del corazón de Dios, que busca restaurar a su pueblo.
En el versículo 7, se les ordena predicar que "el reino de los cielos está cerca". Este mensaje es un llamado a la conversión y a la esperanza. La cercanía del reino implica que Dios está actuando en la historia, y los apóstoles son los heraldos de esta buena nueva. La sanación y los milagros que realizan son signos de la llegada del reino, donde la misericordia y la justicia de Dios se manifiestan.
Sin embargo, Jesús también les advierte sobre las persecuciones que enfrentarán. En un mundo que a menudo se opone a la verdad, los apóstoles deben ser astutos como serpientes y sencillos como palomas (v. 16). Esta dualidad es esencial en la vida cristiana: ser sabios y prudentes, pero también mantener la pureza y la integridad del mensaje de Cristo.
La advertencia de que "no teman a los que matan el cuerpo" (v. 28) es un poderoso recordatorio de que nuestra vida en Cristo trasciende las circunstancias temporales. La verdadera temor debe ser hacia aquel que tiene poder sobre el alma. En este sentido, Jesús redefine lo que significa vivir con valentía y fidelidad en medio de la adversidad.
Finalmente, el pasaje concluye con la promesa de recompensas para aquellos que reciben a los apóstoles y, por ende, a Cristo mismo (v. 40-42). Este principio de hospitalidad y reconocimiento del mensajero de Dios es fundamental en la comunidad cristiana. Cada acto de bondad, por pequeño que sea, tiene un valor eterno en el reino de Dios.
En resumen, este pasaje no solo narra la elección y misión de los apóstoles, sino que también nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vocación como discípulos de Cristo. Estamos llamados a ser portadores de su mensaje, a vivir con valentía y a reconocer la presencia de Dios en cada encuentro. La misión de los apóstoles es un modelo para nosotros, recordándonos que, aunque enfrentemos desafíos, estamos respaldados por la autoridad y el amor de nuestro Señor.