El relato de la curación del cojo en Hechos 3:1-26 es un poderoso testimonio de la acción divina en la vida de aquellos que están dispuestos a recibirla. Este milagro no solo es un acto de compasión hacia un hombre que había estado lisiado desde su nacimiento, sino que también es una manifestación del poder de Jesucristo a través de sus apóstoles, Pedro y Juan.
En el contexto histórico, la comunidad judía estaba en un momento de transición, enfrentando la realidad de la resurrección de Jesús y la expansión del mensaje cristiano. La curación del cojo junto a la puerta Hermosa simboliza la nueva vida que se ofrece a todos, especialmente a aquellos que se encuentran en situaciones de marginación y necesidad.
Al ver a Pedro y Juan, el hombre lisiado no solo busca limosna, sino que anhela algo más profundo: la restauración de su dignidad y su capacidad de participar plenamente en la comunidad. La respuesta de Pedro, "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy", revela que el verdadero tesoro que los apóstoles ofrecen es la fe en el nombre de Jesús, que tiene el poder de transformar vidas.
Este acto de sanación es un recordatorio de que la fe es fundamental en nuestra relación con Dios. Pedro declara que "por la fe en el nombre de Jesús, él ha restablecido a este hombre", lo que nos invita a reflexionar sobre la importancia de la fe en nuestra propia vida espiritual. La fe no es solo un concepto abstracto, sino una fuerza activa que puede llevar a la transformación y la sanación.
Además, el asombro de la multitud al ver al cojo caminar y alabar a Dios nos muestra cómo los milagros de Dios pueden ser un poderoso testimonio para aquellos que nos rodean. La adoración y la alabanza que brotan de un corazón transformado son contagiosas y pueden llevar a otros a buscar la verdad que se encuentra en Cristo.
Finalmente, el discurso de Pedro en el pórtico de Salomón nos recuerda que cada milagro tiene un propósito mayor: la glorificación de Dios y la llamada al arrepentimiento. Pedro invita a la multitud a reconocer su papel en la crucifixión de Jesús, pero también les ofrece la esperanza de la redención a través del arrepentimiento y la fe. Este mensaje es tan relevante hoy como lo fue entonces, recordándonos que siempre hay un camino de regreso a Dios, un camino que nos lleva a la restauración y a la vida plena que Él desea para nosotros.