El relato de Hechos 11:1-18 es un testimonio poderoso de la expansión del evangelio más allá de las fronteras judías, un momento crucial en la historia de la iglesia primitiva. Pedro, un apóstol que había sido testigo de la vida y resurrección de Jesús, se encuentra en el centro de una controversia que pone de manifiesto la lucha entre la tradición y la revelación divina.
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La recepción de los gentiles: La noticia de que los gentiles habían recibido la palabra de Dios fue un acontecimiento que sorprendió a la iglesia de Jerusalén. Este hecho no solo representa la inclusión de todos los pueblos en el plan de salvación, sino que también desafía las normas culturales y religiosas de la época.
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La visión de Pedro: La visión que Pedro tuvo en Jope, donde Dios le ordena no llamar impuro a lo que Él ha purificado, es un claro recordatorio de que la gracia de Dios no tiene límites. Este mensaje se repite tres veces, enfatizando la importancia de la revelación divina en la vida del creyente.
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El papel del Espíritu Santo: La llegada del Espíritu Santo a los gentiles, tal como había sucedido con los judíos, es un testimonio de que la salvación es un regalo para todos, sin distinción. Pedro reconoce que no puede interponerse en lo que Dios ha decidido hacer, lo que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia disposición a aceptar la obra de Dios en la vida de otros.
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La respuesta de la iglesia: La reacción de la iglesia de Jerusalén, que al escuchar el testimonio de Pedro se apacigua y alaba a Dios, es un modelo de cómo debemos responder ante los cambios y la nueva revelación de Dios. Su alabanza refleja una actitud de humildad y adoración ante la soberanía divina.
Este pasaje no solo es un relato histórico, sino una invitación a la reflexión sobre cómo percibimos y respondemos a la gracia de Dios en nuestras vidas y en la vida de aquellos que nos rodean. Nos desafía a abrir nuestros corazones y nuestras comunidades a la diversidad del pueblo de Dios, recordándonos que el llamado a la salvación es universal y que todos somos parte del mismo cuerpo en Cristo.