El capítulo 36 de Ezequiel es un poderoso testimonio de la restauración divina y la renovación espiritual que Dios promete a su pueblo. En un contexto de exilio y desolación, los israelitas se enfrentaban a la burla de las naciones vecinas, que se habían apoderado de su tierra y habían profanado su nombre. Dios, en su celo y fidelidad, no solo escucha el clamor de su pueblo, sino que también actúa en defensa de su nombre santo (versículo 22).
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La voz de Dios: A través del profeta Ezequiel, Dios llama a los montes de Israel a escuchar su palabra, enfatizando que su mensaje es para toda la creación, no solo para el pueblo. Esto resalta la importancia de la creación en el plan divino.
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La purificación: En los versículos 25-27, se promete una purificación radical: "Los rociaré con agua pura, y quedarán purificados". Este acto simboliza la limpieza de las impurezas e idolatrías que habían contaminado al pueblo. La renovación del corazón es esencial, ya que Dios promete quitar el corazón de piedra y dar un corazón de carne, sensible a su voluntad.
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La restauración de la tierra: Dios asegura que la tierra desolada será transformada en un jardín de Edén (versículo 35). Este cambio no solo es físico, sino también espiritual, donde el pueblo recordará su historia y se avergonzará de sus iniquidades (versículo 31). La restauración de Israel es un reflejo de la gracia y la misericordia de Dios, que siempre busca reconciliar a su pueblo.
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El propósito divino: La razón detrás de esta restauración no es solo el bienestar del pueblo, sino la glorificación del nombre de Dios entre las naciones (versículo 23). Este acto de salvación es un testimonio de su poder y su amor, mostrando que Él es el Señor, que cumple sus promesas.
En conclusión, Ezequiel 36 es un recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, Dios está presente y activo, trabajando para restaurar y renovar. Su promesa de un nuevo corazón y un nuevo espíritu es un llamado a todos los creyentes a abrirse a su obra transformadora, recordando que nuestra identidad como pueblo de Dios está intrínsecamente ligada a su santidad y misericordia.