En el relato de Juan 7:1-5, encontramos un momento profundamente revelador en la vida de Jesús y su relación con aquellos que le rodeaban, incluso con su propia familia. A pesar de los milagros y enseñanzas que Jesús había realizado, sus hermanos no creían en él. Este hecho nos invita a reflexionar sobre la incredulidad que a menudo puede surgir incluso en los círculos más cercanos a nosotros.
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Contexto histórico: La fiesta de los Tabernáculos era una celebración significativa en la cultura judía, donde se conmemoraba la provisión de Dios durante el éxodo. En este contexto, los hermanos de Jesús le instan a ir a Judea para que sus discípulos vean sus obras. Sin embargo, su consejo revela una falta de comprensión de la verdadera misión de Jesús.
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La respuesta de Jesús: Al decir "Para ustedes cualquier tiempo es bueno, pero el tiempo mío aún no ha llegado", Jesús nos recuerda que su misión y su tiempo son guiados por la voluntad del Padre. Esto nos enseña que debemos ser pacientes y discernir el momento adecuado para actuar, confiando en el plan divino.
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El testimonio del mundo: Jesús menciona que el mundo no tiene motivos para aborrecer a sus hermanos, pero sí a Él, porque testifica que sus obras son malas. Esto nos confronta con la realidad de que seguir a Cristo puede llevarnos a ser rechazados o incomprendidos por el mundo, pero también nos llama a ser valientes en nuestra fe.
La incredulidad de los hermanos de Jesús es un recordatorio de que la fe no siempre es fácil, incluso para aquellos que están cerca de la verdad. Nos desafía a buscar una relación más profunda con Cristo, a reconocer su autoridad y a permitir que su luz brille en nuestras vidas, aun cuando enfrentemos dudas o resistencia. En este sentido, el llamado de Jesús a "venir y beber" de su agua viva (Juan 7:37-38) se convierte en una invitación a saciar nuestra sed espiritual en Él, quien es la fuente de toda verdad y vida.