En el capítulo 17 del Evangelio de Juan, encontramos una de las oraciones más profundas y significativas que Jesús dirige al Padre. Este pasaje no solo revela la relación íntima entre el Hijo y el Padre, sino que también nos ofrece una visión clara de la misión de Jesús y la identidad de sus seguidores.
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La gloria de Dios y la misión de Jesús: Desde el inicio de su oración, Jesús pide que el Padre lo glorifique para que Él pueda glorificar al Padre (versículo 1). Esta interconexión entre la gloria del Hijo y la del Padre es fundamental, ya que nos muestra que la verdadera gloria no se encuentra en el poder o en la fama, sino en el amor y la obediencia a la voluntad divina.
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La vida eterna: En el versículo 3, Jesús define la vida eterna como el conocimiento del único Dios verdadero y de Jesucristo. Este conocimiento no es meramente intelectual, sino una relación personal y transformadora. Nos invita a profundizar en nuestra relación con Dios, reconociendo que la vida plena se encuentra en la comunión con Él.
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La protección divina: Jesús intercede por sus discípulos, pidiendo al Padre que los proteja del maligno (versículo 15). En un mundo lleno de adversidades y tentaciones, esta súplica resuena en nuestros corazones. Nos recuerda que, aunque estamos en el mundo, no pertenecemos a él. La protección divina es un recordatorio de que, a pesar de las dificultades, estamos bajo el cuidado amoroso de Dios.
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La unidad entre los creyentes: En los versículos 21 y 23, Jesús ora para que sus seguidores sean uno, así como Él y el Padre son uno. Esta unidad no es solo un ideal, sino un testimonio poderoso para el mundo. La unidad en la fe es un reflejo del amor de Dios y un llamado a vivir en armonía, superando divisiones y conflictos.
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El amor de Dios: Al final de su oración, Jesús expresa su deseo de que el amor del Padre esté en sus discípulos (versículo 26). Este amor es la esencia de la vida cristiana. Nos llama a vivir en amor, a ser portadores de ese amor en nuestras comunidades y a reflejar la luz de Cristo en un mundo que a menudo se siente oscuro y dividido.
En conclusión, la oración de Jesús por sus discípulos es un profundo recordatorio de su amor, su misión y su deseo de que vivamos en unidad y en relación con el Padre. Nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vida de fe y a buscar esa conexión íntima con Dios, que es la fuente de nuestra verdadera vida y propósito.