En el relato de Josué 18, se nos presenta un momento crucial en la historia de Israel, donde la distribución de la tierra se convierte en un símbolo de la fidelidad de Dios a su pueblo. Después de haber conquistado la tierra prometida, aún quedaban siete tribus que no habían recibido su herencia. Este hecho no solo refleja una espera prolongada, sino también un llamado a la acción y a la responsabilidad.
Josué, como líder, desafía a su pueblo: "¿Hasta cuándo van a esperar para tomar posesión del territorio que les otorgó el Señor?" Esta pregunta resuena en nuestros corazones, invitándonos a reflexionar sobre las promesas de Dios en nuestras vidas. ¿Estamos esperando pasivamente, o estamos dispuestos a tomar posesión de las bendiciones que Dios nos ha prometido?
Finalmente, la asignación de ciudades a la tribu de Benjamín, que incluye lugares significativos como Jerusalén, nos recuerda que Dios tiene un plan específico para cada uno de nosotros. En medio de la incertidumbre y la espera, podemos confiar en que Dios está trabajando en nuestras vidas, guiándonos hacia el cumplimiento de sus promesas. Este relato nos invita a vivir con expectativa, sabiendo que nuestra herencia en Cristo es segura y que cada paso que damos en fe nos acerca más a la realización de su propósito divino.