En el Salmo 82, encontramos una poderosa amonestación que resuena a lo largo de los siglos, recordándonos la responsabilidad que tenemos como seres humanos y como hijos de Dios. Este salmo, que se sitúa en un contexto de injusticia social, nos invita a reflexionar sobre el papel que desempeñamos en la defensa de los más vulnerables.
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Dios preside el consejo celestial: Este versículo inicial establece la autoridad de Dios sobre todas las cosas. Él es el juez supremo que observa y evalúa las acciones de los hombres, especialmente de aquellos en posiciones de poder.
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La injusticia y el favoritismo: La pregunta retórica de Dios, "¿Hasta cuándo defenderán la injusticia?", nos confronta con la realidad de que a menudo se favorece a los impíos en detrimento de los justos. Esta es una llamada a la conciencia de cada uno de nosotros, recordándonos que no debemos ser cómplices del mal.
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Defender a los oprimidos: El llamado a "defender la causa del huérfano y del desvalido" es un mandato claro. Dios nos llama a ser sus instrumentos de justicia en el mundo, a actuar en favor de aquellos que no tienen voz y que sufren la opresión. Este es un recordatorio de que nuestra fe debe traducirse en acciones concretas.
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La ignorancia de los injustos: En el versículo 5, se menciona que "ellos no saben nada, no entienden nada". Esto nos muestra que la injusticia no solo es un acto consciente, sino también una ceguera espiritual que impide ver la verdad y la realidad de los sufrimientos ajenos. La falta de entendimiento es un llamado a la educación y a la conciencia social.
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La dignidad humana: Al afirmar que somos "dioses" y "hijos del Altísimo", se nos recuerda nuestra dignidad y el alto llamado que tenemos. Sin embargo, la advertencia de que "morirán como cualquier mortal" nos hace conscientes de nuestra fragilidad y la necesidad de vivir en humildad y justicia.
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El clamor por justicia: La súplica final, "Levántate, oh Dios, y juzga a la tierra", es un reconocimiento de que solo Dios puede traer una justicia verdadera. Nos invita a confiar en Su soberanía y a trabajar en colaboración con Él para que Su voluntad se cumpla en la tierra.
En conclusión, el Salmo 82 no es solo un llamado a la reflexión, sino un compromiso a actuar. Nos recuerda que cada uno de nosotros tiene un papel en la lucha contra la injusticia y en la defensa de los que sufren. Al hacerlo, reflejamos la imagen de un Dios que es justo y que desea que todos sus hijos vivan en dignidad y paz.