El relato de Nadab y Abiú en Levítico 10:1-20 es un poderoso recordatorio de la santidad de Dios y la importancia de la obediencia en el culto. Estos dos hijos de Aarón, al ofrecer un fuego no autorizado, no solo desobedecieron un mandato divino, sino que también desdibujaron la imagen de la santidad que Dios había establecido para su adoración. Este acto, aunque a nuestros ojos pueda parecer menor, tuvo consecuencias trágicas: fueron consumidos por el fuego de la presencia de Dios (v. 2).
En el contexto de la comunidad israelita, este relato no es solo una advertencia sobre la transgresión de la ley, sino una enseñanza profunda sobre la naturaleza de Dios. La corriente sacerdotal, que incluye este relato, enfatiza que la cercanía a Dios exige una disposición perfecta y un respeto reverencial hacia su santidad. La intención pedagógica detrás de este relato es clara: los sacerdotes deben ser conscientes de la gravedad de su vocación y de la responsabilidad que tienen al acercarse al Señor.
En los versículos 8-11, Dios instruye a Aarón sobre la importancia de discernir entre lo santo y lo profano. Este discernimiento es esencial no solo para los sacerdotes, sino para toda la comunidad de creyentes. La capacidad de distinguir lo puro de lo impuro es fundamental para mantener la integridad del culto y la relación del pueblo con Dios. La advertencia de no beber vino o licor al entrar en la Tienda de reunión (v. 9) subraya la necesidad de estar en un estado de claridad y sobriedad al servir al Señor.
La respuesta de Aarón a Moisés (v. 19-20) revela la profunda tristeza y confusión que experimentó tras la muerte de sus hijos. Su pregunta retórica, “¿le habría parecido correcto al Señor?”, nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones y decisiones pueden ser influenciadas por circunstancias dolorosas. Aarón, en su dolor, muestra que incluso en los momentos de crisis, la fidelidad a Dios y la búsqueda de su voluntad deben prevalecer.
En conclusión, el relato de Nadab y Abiú es un llamado a la reflexión y a la obediencia en nuestra vida de fe. Nos recuerda que Dios es un Dios de santidad y que nuestra adoración debe ser ofrecida con reverencia y en conformidad a sus mandatos. La enseñanza de este pasaje nos invita a acercarnos a Dios con un corazón puro y una disposición sincera, reconociendo su grandeza y nuestra necesidad de vivir en armonía con su voluntad.