En el capítulo 1 del libro de Jeremías, encontramos un relato poderoso que nos habla de la elección divina y la misión profética. Desde el inicio, se establece que Jeremías, hijo de Jilquías, proviene de una familia sacerdotal, lo que subraya su conexión con la tradición y la identidad religiosa de Israel. Este contexto es fundamental, ya que nos recuerda que Dios elige a sus mensajeros no solo por su linaje, sino por su propósito en el plan divino.
La declaración de que "antes de formarte en el vientre, ya te había elegido" (v. 5) resuena profundamente en el corazón del creyente. Este versículo nos revela que cada uno de nosotros tiene un propósito específico en la creación de Dios. No somos un accidente; somos parte de un plan divino que nos precede y nos envuelve. La elección de Jeremías como profeta para las naciones nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vocación y el llamado que Dios tiene para cada uno de nosotros.
La respuesta de Jeremías, "¡Soy muy joven, y no sé hablar!" (v. 6), es un eco de las inseguridades que muchos de nosotros enfrentamos al considerar el llamado de Dios. Sin embargo, la respuesta del Señor es clara y llena de esperanza: "No digas: Soy muy joven, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe" (v. 7). Aquí, Dios nos recuerda que nuestras limitaciones no son un obstáculo para Su plan. Él nos equipa y nos da las palabras que necesitamos. Este es un mensaje de aliento para todos aquellos que sienten que no están a la altura de la tarea que Dios les ha encomendado.
El versículo 10 es particularmente significativo: "Hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos". Este otorgamiento de autoridad no es solo para Jeremías, sino que se extiende a todos los que son llamados a ser portadores de la verdad divina. La misión de "arrancar y derribar, destruir y demoler, construir y plantar" refleja la dualidad del ministerio profético: la necesidad de confrontar el mal y, al mismo tiempo, de edificar lo bueno y lo justo. Esto nos recuerda que el llamado a la justicia y a la reconciliación es parte integral de nuestra vida como creyentes.
Finalmente, el pasaje concluye con una promesa: "Pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para librarte" (v. 19). Esta afirmación es un recordatorio poderoso de que, aunque enfrentemos oposición y desafíos, la presencia de Dios es nuestra fortaleza y nuestro refugio. En tiempos de dificultad, podemos encontrar consuelo en la certeza de que Dios está con nosotros, guiándonos y protegiéndonos en nuestra misión.
En resumen, el llamado de Jeremías es una invitación a reconocer nuestra identidad y vocación en Dios. Nos desafía a superar nuestras inseguridades y a confiar en Su poder para cumplir Su propósito en nuestras vidas. Que este mensaje nos inspire a ser valientes en nuestra fe y a responder al llamado divino con un corazón dispuesto y lleno de esperanza.