En el contexto de 1 Corintios 14, el apóstol Pablo aborda la cuestión del hablar en lenguas y su propósito dentro de la comunidad cristiana. Este pasaje se sitúa en una iglesia que experimentaba un fervor espiritual, pero también confusión y desorden. Pablo, con un corazón pastoral, busca guiar a los creyentes hacia una práctica que no solo exprese su espiritualidad, sino que también edifique a la iglesia.
En el versículo 1, Pablo nos exhorta a seguir el amor y a ambicionar los dones espirituales, destacando que el don de la profecía es el más deseable. Esto nos recuerda que el amor debe ser la motivación detrás de todas nuestras acciones espirituales. La profecía, a diferencia del hablar en lenguas, tiene un impacto directo en la comunidad, edificando, animando y consolando a los demás (versículo 3).
El versículo 4 establece una clara distinción: el que habla en lenguas se edifica a sí mismo, mientras que el que profetiza edifica a la iglesia. Esto nos lleva a reflexionar sobre la finalidad de nuestros dones: no son solo para nuestro beneficio personal, sino para el crecimiento y la unidad del cuerpo de Cristo. Pablo, en su deseo de que todos hablen en lenguas, enfatiza que la interpretación es crucial para que la iglesia reciba edificación (versículo 5).
La metáfora de los instrumentos musicales en los versículos 7 y 8 ilustra la importancia de la claridad en la comunicación. Así como una trompeta debe dar un sonido claro para que los soldados se preparen para la batalla, nuestras palabras deben ser comprensibles para que se produzca un verdadero entendimiento y unidad en la congregación (versículo 9).
Además, Pablo nos recuerda que el hablar en lenguas es una señal para los incrédulos, mientras que la profecía es para los creyentes (versículo 22). Esto subraya la importancia de que nuestras reuniones sean accesibles y comprensibles, especialmente para aquellos que están buscando a Dios. Si la iglesia se reúne en desorden, como se menciona en el versículo 23, los que no creen pueden pensar que estamos locos, lo que podría alejar a los buscadores de la fe.
La conclusión de Pablo es clara: todo debe hacerse para la edificación de la iglesia (versículo 26). Cada don, cada palabra, cada acción debe tener como objetivo construir la comunidad en amor y unidad. En este sentido, el orden y la claridad son esenciales, ya que Dios es un Dios de paz y no de confusión (versículo 33).
En resumen, el hablar en lenguas y la profecía son dones valiosos, pero su uso debe ser guiado por el amor y la intención de edificar a la comunidad. La práctica de nuestra fe debe ser un reflejo del carácter de Dios, quien nos llama a vivir en armonía y a ser instrumentos de su paz en el mundo.